martes, 26 de noviembre de 2013

Para que lo entienda quien pueda

Hace mucho tiempo que no cumplo con lo que me propuse en este blog: dar cuenta del día a día, pero llegó la hora de hacer uso de él.

Empecemos por el principio. Ya digo más abajo de la perversidad del racionalismo; ahora trataré de explicar un estado de la mente que no es ni intuición ni contemplación. Es una especie de estado de éxtasis, de captación suprasensible que únicamente se puede expresar mediante la metáfora o la analogía.

La lucidez que requiere es tanta que sólo puede sostenerse por un instante, fugaz, y tal vez solamente algunos, con ayuno, sacrificio y pureza, pueden lograrlo.

Una vez ingresados en ese estado mental suprasensible comprobamos que la realidad es tan sólo un estado de conciencia, o un nivel de funcionamiento del cerebro. Los antiguos se referian a los niveles o chakras; desde cada chacka se ve una realidad diferente.

A pesar de la generosa cantidad de datos sensoriales que captamos, todos esos estímulos no sirven. De ahi que Buda nos enseña a cerrar los ojos. Y con esa mirada interior, ¿que ve? No a si mismo, sino a la realidad; una version diferente de la realidad, sin las perturbaciones de la apariencia, de los objetos.
Nuestros indigenas dicen que la realidad tiene dos fases; que existe lo visible y lo invisible. Tambien podria decirse que existe lo material y lo espiritual.

Quien se aferra a lo material se va al "infierno"; quien se sumerge en lo espiritual se va al "cielo". Por supuesto que esto es una metáfora, pero no hay otra manera de decirlo. Lo material es denso, pesado, caliente, provoca sufrimiento, por eso se lo vincula con el centro de la Tierra en donde, por causa de la elevada presión, es caliente, denso.

Nadie nos puede llevar a un lugar u al otro. Todo esta sujeto a una decisión y elección personal.

Pero sucede que uno puede estar buscando el camino, ufanándose, esforzándose, y no consigue hallarlo; entonces aparece un ángel y generosamente nos guia.

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